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09 de mayo de 2019


Los investigadores y becarios del Conicet siguen reclamando por el crítico estado en el cual está el instituto en particular y la investigación científica en general en nuestro país. Aseguran que los sueldos están bajo la línea de la pobreza y que hay cientos de ingresos frenados y muchas líneas de investigación paralizadas. También se está registrando casos de renuncias masivas por los bajos salarios, sumado a la emigración de científicos a otras partes del mundo.

En estos días, la problemática estuvo de nuevo en el centro del debate luego de que Marina Simian, investigadora del Conicet que trabaja en un proyecto para encontrar nuevas terapias y tratamientos para el cáncer, se presentara en el programa de concursos Quién quiere ser millonario con el objetivo de poder ganar un premio en dinero que les permita comprar insumos para continuar su investigación, ya que el Estado nacional hace meses no les envía recursos.

Desaliento a la carrera científica

Todos los años, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) difunde una lista con los nuevos investigadores que se suman al organismo. Esta instancia, a la que llaman “ingreso de carrera”, es el último paso de una larga trayectoria académica, en la que el postulante ya alcanzó un nivel de posdoctorado y años de trabajo en su área. Pero cumplir con los requisitos, una vez más, no fue suficiente. En abril, informaron que de los 2595 que aplicaron, solo iban a ser aceptados 450.

Estos números, que corresponden a quienes se inscribieron en 2018, no pasaron inadvertidos para la comunidad científica argentina. Según los propios datos del Conicet, la reducción de cupos no es algo nuevo. De las 900 vacantes que se ofrecían en 2015, se pasó a 600 en 2017, para disminuir a 450 el año pasado.

Vanesa Arzamendia, es bióloga e investigadora del Conicet. Dialogó con Veo Noticias y afirmó que la palabra que más repiten los investigadores es “preocupación”. Y no solo por la falta de vacantes, sino por el recorte presupuestario que sufren día a día en su trabajo. Desde cobrar los salarios atrasados y no contar con los insumos para sus proyectos, hasta tener que ponerse al hombro las tareas de mantenimiento de sus institutos porque ya no hay presupuesto ni para los productos de limpieza.