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El nuevo Messi

La opinión de César Carignano sobre la salida del astro rosarino del Barcelona y su arribo al PSG

15 de agosto de 2021


Si habría que resumir las emociones visibles de Lionel Messi en la última semana sería sencillo tomar dos imágenes: la del llanto en su conferencia de prensa y la de sus sonrisas parisinas, cualquiera de ellas. Por estas se pondría concluir que cambió el chip con velocidad sideral, como si fuese un ser exclusivamente racional.

Sin embargo, hay una de esas imágenes que puede impostarse, un poco al menos y otra que es incontenible, indisimulable. Para sonreír basta con hacer el esfuerzo de mostrar los dientes con la mayor naturalidad posible, y punto. Lo hacemos todos, en algún momento, para evitar preocupar a los seres queridos. El llanto, en cambio, es una emoción siempre sincera.

Basado en esto, me pregunto cuan fácil resultará para el mejor jugador del mundo adaptarse a París y desprenderse de una vida maravillosa en su casa y en su club que duró mucho tiempo. A las decenas de París que aguardan por él, me refiero. La París del vestuario, la de los fanáticos, la de los curiosos, la de los críticos, la escolar, la social. Son muchas, y todas, excepto una, novedosas. Eximo al vestuario, porque le sobran afectos al 10 que ahora será el 30, en ese mundo cosmopolita como pocos. Pero hay vida más allá de los camarines.

Para un ser apoyado en dos mundos, que haya uno imposible de controlar del todo, es una preocupación. Y ese mundo es la familia. Indudablemente es una decisión compartida por su gente pero las inseguridades, los cambios de entorno, las diferencias culturales, el idioma y la voz de sus hijos, son situaciones que precisarán un período de adaptabilidad. Y no es tema menor. Seguramente muchos crean que con dinero todo se soluciona, pero para alguien que tiene solucionado el tema económico hace mucho, la plata no es una preocupación. La familia, sí.

Nadie está exento del impacto de los cambios por millonario que sea y en un ambiente tan inmediato como el del fútbol, donde su primer pase y su primer tiro al arco será evaluado por millones de millones, la capacidad de adaptación será clave. Entendamos que los ricos también tienen derecho a la angustia.

La novedad, los recibimientos, la euforia inicial, el encuentro con lo diferente, las ovaciones en exceso pronto acabarán. No el cariño ni la expectativa, pero la locura inicial sí. Y tras haber vivido eso que nunca había vivido un futbolista que jamás tuvo una transferencia, todo pasará. Y la nueva normalidad, su nueva normalidad, será su única realidad. Y allí veremos la capacidad del rosarino y su gente para asimilar un cambio enorme que además de ser enorme fue inesperado.

Luego vendrá el fútbol, la constelación de estrellas que se superponen con facilidad si uno repasa la plantilla del PSG, la conducción de Pochettino para administrar egos, el ensamble de tantos nombres para que la armonía se imponga y el potencial juego fluya y la capacidad para hacer competitivo fuera de Francia a un equipo con muchos futbolistas por encima de los treinta años.

Todo será futbolístico, hacia afuera. Desde hoy y hasta siempre con Messi envuelto en estos colores, como siempre ha ocurrido. Todo será clave, en la cotidianeidad del mejor del mundo, dentro de su círculo íntimo para que pueda enfocarse con tranquilidad en seguir siendo el mejor y seguir ganando cosas.

Lo curioso, luego de tantos años de hostigamiento, es que hoy su casa conocida y su camiseta segura sea la Selección Argentina. Lo indiscutible, es que esta nueva etapa en su vida, y la de los suyos, le exigirá crecer para sostener sonrisas como siempre lo ha hecho: en los hinchas de su club y en las caras de su familia.
Veremos, quiera o no, un nuevo Messi.