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¿Por qué insistir en algo que no funciona?

28 de septiembre de 2020


Por Santiago Chemes

Cuando el tema Coronavirus empezó a golpear en otras partes del mundo, primero en China y después en Europa, acá mirábamos con curiosidad mientras el flamante ministro de Salud decía que no iba a llegar a nuestro país porque “China está muy lejos” o que si llegaba no íbamos a tener problemas porque es un virus que no sobrevive al calor (como olvidar el consejo de Alberto de que tomemos té caliente para prevenir).

Pasaron unos días y se dieron cuenta que el virus podía viajar en avión entonces decidieron preguntarle a los que llegaban a Ezeiza si tenían coronavirus o no. No es un chiste. La primera medida, en lugar de hacer testeos, fue una declaración jurada.

Como era de esperarse, el virus empezó a filtrarse y entonces decidieron cerrar todo. Los aeropuertos, las rutas y toda actividad salvo un puñado que fueron declaradas “esenciales”. La medida tuvo un respaldo casi absoluto de parte de la ciudadanía y la dirigencia política que se mostró unida y hasta sobreactuó una especie de “Pacto de la Moncloa”.

La primera cuarentena se hizo con la explicación de cerrar todo para preparar el sistema de salud. Pero pasaron más de cinco meses y, en mayor o menor medida, sigue vigente. Y el sistema de salud, por supuesto, no fue preparado como corresponde y tampoco se testea ni rastrea en la cantidad necesaria.

Entonces surge la pregunta ¿Por qué?

La enfermedad demostró tener una letalidad muy baja en gente joven. ¿Por qué entonces no proponer alguna alternativa para volver a clases por ejemplo? Este debate parece no importarle al gobierno y mucho menos a los gremios docentes pero en ninguna parte del mundo se hizo lo que se está haciendo acá. Mientras nuestros vecinos exploran opciones de vueltas semipresenciales, con cantidad de alumnos limitados y medidas de seguridad, acá la única respuesta que se escucha es no.

Ratio de supervivencia al coronavirus por edades

Vuelven los bares, lo cual es lógico y necesario, pero no vuelven los colegios. ¿Por qué?

La dirigencia argentina demostró, una vez más y en todos sus niveles, no estar a la altura de lo que exige un momento como el que estamos viviendo. Las decisiones parecen tomarse más por capricho ideológico que en base a datos científicos.

¿Cómo se explica entonces que los bares puedan abrir hasta las 00 pero que se pueda circular en auto, bici o moto particular solo hasta las 20?

¿Por qué, por ejemplo, el comercio puede abrir en horarios tan limitados? ¿No sería mejor ampliar el rango para que la gente tenga más flexibilidad y no se amontone en cinco horas?

Hay experiencias de sobra a lo largo y a lo ancho del mundo que pueden analizarse y adaptarse a nuestra realidad. En casi todos los países se cuidó la salud pero no a costa de abandonar la economía como se hizo y se sigue haciendo –en muchos casos- acá.

Pasado tanto tiempo y habiendo demostrado tanta impericia uno no puede dejar de preguntarse ¿por qué hacen lo que hacen?

¿Será por impericia o por cobardía de, al menos, intentar algo alternativo?

Las respuestas, en cualquiera de los dos casos, no parecen muy alentadora.