En Vivo

19 de octubre de 2020


Por Santiago Chemes

Ayer, mientras me sentaba a escribir esta columna el tema elegido era otro. Iba a reflexionar sobre el 17 de Octubre, la fallida marcha virtual y la tomada de pelo que significó que gente de todo el país viaje a CABA para hacer un manifestación mientras hay gente que hace meses no ve a su familia porque la cuarentena –que según el presidente no existe- no se lo permite.

Pero como la realidad cambia a toda hora y, porque siendo sinceros, escribir sobre la lealtad de Moyano y compañía no es muy divertido decidí cambiar el tema.

Era domingo a la mañana y como es habitual abrí Twitter para ponerme al día. Leí algunas columnas de opinión, unas mejores que otras y llegué a la de Pola Oloixarac que es de la que vamos a hablar ahora. En realidad no voy a escribir tanto sobre ese texto en sí sino sobre la reacción que provocó.

Pola escribió un perfil satírico sobre el jefe de Gabinete titulado: "Santiago Cafiero, galán tóxico de sangre azul". La nota no intenta ser en ningún momento periodística y por eso tiene licencias que solo puede darse en el humor político. La autora dice, a grandes rasgos, que el JGM es un tipo lindo pero medio bobo y que está donde está por ser parte de un linaje familiar ligado al poder peronista.

El texto en sí es entretenido e irónico pero no hubiese pasado de una columna más de no haber sido por la reacción que suscitó en el oficialismo y en los comunicadores que se dicen neutrales pero están siempre dispuestos para defender al Gobierno.

Como se sabe, desde hace años y más en la era de las redes sociales, cuando se intenta denostar una nota o una persona en particular lo más probable es que esa nota/persona consiga una repercusión mucho más amplia que la que hubiera tenido sin ese “repudio generalizado”. De más está decir que la autora fue tendencia durante casi todo el día y su escrito llegó a ser lo más leído en su medio.

La pregunta que surge es ¿por qué no pueden evitar el enojo ante un perfil satírico bastante inofensivo? Porque las líneas que la autora le dedicó a Cafiero tampoco fueron balas de tinta en la que lo acusaba de algo imperdonable, solo dijo que era lindo pero mejor si se queda callado.

No solo algunos integrantes del gobierno salieron a destratar a la autora sino que también lo hicieron varios comunicadores de renombre. El ejemplo más irónico fue el de la responsable de la Revista Barcelona (una publicación satírica que dejó de ser graciosa cuando se volvió oficialista pero eso es otro tema) que dijo que no, que no se puede hacer humor político desde cualquier lado (?).

Uno no quiere ser mal pensado, pero quizás esa reacción abroquelada esté relacionada al hecho de que es justamente el jefe de Gabinete quien maneja la varita mágica de la pauta oficial ¿Será por eso que salieron a defenderlo como si este fuera intocable? Mejor no pensar, como dijo Brandoni en Esperando la Carroza.

Otra cosa fue la reacción de la presidenta de la Agencia Telam, organismo encargado de la comunicación estatal (no gubernamental, si hace falta aclarar). Bernarda Llorente, que de ella se trata, escribió en su cuenta de Twitter: "Hay límites que en periodismo nunca deberían cruzarse" al referirse a la columna en cuestión. Marcarle el límite a la práctica periodística es muy peligroso si quien lo hace es el gobierno. Porque claro, ese mensaje contó con el correspondiente like del mismísimo Presidente.

Todo sería un chiste de mal gusto si no se diera en un contexto en el cual el gobierno lanzó la observatorio NODIO, encargada de supervisar los contenidos que se publican en los medios y las redes.

Una perlita sobre NODIO y las fake news. Ayer María Seoane, periodista y parte del equipo de esta suerte de Ministerio de la Verdad, publicó un tweet en el que se vanagloriaba de la masiva marcha del 17 de Octubre pero puso una foto de la protesta del 12 de Octubre donde se veía un globo con la figura de Cristina presa. ¿Así piensan controlar los medios y las redes?

Por suerte, y como dijo Gabriel Levinas, el hecho de que no hayan logrado hasta ahora ser todo lo fascistas que desean, no los hace menos fascistas. Los hace ineficaces.

Volviendo al tema de esta columna. ¿Por qué el poder, sobre todo el autoritario, se lleva mal con el humor? será que no soporta que la gente se ría de él, que se de cuenta que en realidad el rey está desnudo. Ellos, los gobernantes, están preparados para la discusión en los marcos de la solemnidad y el respeto por una investidura divina de la cual se creen merecedores.

Por eso no entienden cuando alguien se les ríe y le dice en la cara lo que ellos no están dispuesto a ver. Los desconcierta y los enoja. Y como dicen en medicina, cuando apretas y duele, entonces es por ahí. Que florezcan mil sátiras entonces.

En fin, que la crisis social, política, económica y sanitaria no nos borre la sonrisa.