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Lorenzetti: “Tenemos el deber de poner en agenda la gravedad de la crisis ambiental”

El juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación presentó en Rosario “El nuevo enemigo. El colapso ambiental”.

18 de septiembre de 2022


El siguiente texto es el discurso completo que el juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Ricardo Lorenzetti brindó en Rosario en la presentación del libro “El nuevo enemigo. El colapso ambiental” con la asistencia de empresarios, gremialistas, jueces federales, provinciales, la corte provincial, fiscales, especialistas en ambiente, entre otros:

Cuando nosotros analizamos a nivel macro, lo que ha pasado desde la Revolución Industrial hasta ahora, es que hay tendencias que son dramáticas. Por eso hablamos de un fin de ciclo, de algo que se termina. ¿Qué es lo que se termina y por qué decimos que se termina este modo en el cual la humanidad ha evolucionado en los últimos años? En primer lugar, vemos que esta tendencia ha pasado desde una época de cierta pureza a una contaminación creciente. Esta contaminación creciente la vemos todos en todos los ámbitos: los ríos están contaminados, el aire está contaminado, el paisaje está contaminado, la cultura está contaminada. Estamos evolucionando desde la pureza a la contaminación. Estamos evolucionando desde el equilibrio al desequilibrio. Hace 50, 60 o 100 años atrás notábamos un equilibrio en todos los sistemas, en la naturaleza, pero también en el sistema económico y en el sistema social y político.

Ahora, los veranos son demasiado calientes, los inviernos demasiado fríos. Dónde había agua, hay sequía o desertificación. Es decir, la naturaleza es un sistema muy delicado y debido a la acción humana constante, ha perdido su equilibrio. Y estamos llegando a otro nivel de equilibrio muy dramático, porque cuando la naturaleza corrige genera grandes daños y por eso se dice la pandemia es una corrección sistémica, es decir, es una crisis dentro del sistema que nos produce enfermedad, pero también produce tormentas cada vez más dramáticas. Y esto tiene un impacto muy directo en todo.

Por ejemplo, cuando vemos que en el verano europeo hay sequías y se quedan con poca agua los grandes ríos, entonces quiebran las empresas de navegación que hacen cruceros. En Europa hay regulaciones sobre el uso del agua y se les dice a los ciudadanos que sólo se pueden bañar usando tanta cantidad de agua. No es algo abstracto. Estos desequilibrios provocan consecuencias muy concretas en el mundo económico y social.

Otra tendencia es que pasamos de la diversidad a la homogeneidad. En el mundo natural había muchas más especies animales y vegetales que ahora, porque ha disminuido la biodiversidad. También nuestro comportamiento local es cada vez más homogéneo, porque lo que nosotros pensamos y hacemos en la Argentina es más o menos lo mismo que pasa en cualquier otro país. Fíjense que empieza una publicidad sobre determinado producto globalmente y todos vamos a consumirlo y todos hacemos lo mismo cuando antes hacemos cosas muy diferentes. Esta homogeneidad cultural es cada vez más peligrosa y se traslada de los niños a los niños porque los niños de la Argentina juegan los mismos juegos que otros países y se comportan de la misma manera. También el urbanismo: los centros históricos de las ciudades son diferentes, pero los centros modernos son iguales en todo el mundo.

Esta homogeneidad tiene que ver también con la tecnología. Nosotros hoy estamos en un mundo en el cual visitamos una página web y nos presentan otras páginas de web iguales; usamos la tarjeta de crédito para comprar un producto y nos vienen propuestas similares; participamos de un grupo de Facebook y vienen grupos iguales. Entonces nuestro modo de pensar se cristaliza y se polariza. La polarización tiene mucho que ver con la tecnología, porque siempre terminamos buscando confirmación de lo que pensamos. El sistema tecnológico nos lleva a confirmar lo que ya pensamos y no a un espíritu crítico. Antes la gente se encontraba, discutía, e intercambiaba opiniones mediante un roce que producía espíritu crítico. Hoy no sucede eso. La homogeneidad lleva a la polarización. Un sistema tecnológico con inteligencia artificial puede producir exactamente lo que nosotros queremos. Y entonces la información que recibimos solo confirma lo que ya pensamos.

La reforma institucional es la única manera en que podemos superar las peleas cotidianas y avanzar en políticas de estado para solucionar estos graves problemas. Es decir, es un sistema en el cual la gobernabilidad no puede prometer un futuro mejor y que alguien lo crea. Por eso la política deja de ser un proceso de cambio para ser un sistema de ocupación de espacios de poder que se agota. La política del siglo 21 está paralizada en casi todos los países y es muy difícil gobernar. Hoy todo el mundo sabe lo que hay que hacer, pero no pueden hacerlo porque el Estado es como un enorme gigante, similar a “Gulliver”, atrapado por una multiplicidad de sectores pequeños que paralizan la actividad. Estas tendencias que van hacia la contaminación, el desequilibrio, la homogeneidad, la aceleración y la vetocracia, tienen un impacto directo en la crisis económica, social y política, y por eso se habla de un fin de ciclo, de cambiar la dirección.

Esto no significa negar el desarrollo. De hecho, el sistema económico tiene una gran oportunidad. La economía puede girar porque el costo de seguir así supera a los beneficios. Esto lo mostró muy claramente la pandemia. Pero todos los problemas posteriores que estamos viviendo también, y por eso empiezan a girar, a girar, cambiar la dirección.

En materia energética hay un gran cambio hacia las energías renovables, pero además en las energías comunes, tradicionales, lo que hay es un un cambio en el uso más eficiente de la energía. Por ejemplo, Argentina tiene un gran potencial en eso, porque tenemos energías renovables como las que podemos usar en la Patagonia en materia de energía solar, pero también en el uso de energías tradicionales más eficientes. Nuestras empresas pueden venderlas y tenemos en energía nuclear para usos pacíficos, un gran desarrollo tecnológico y también en otras áreas. Es decir, el mundo está evolucionando hacia eso y tenemos una enorme oportunidad. Si cambia la energía, van a cambiar también los automóviles. No está inventado todavía el mejor automóvil con energías renovables. Nosotros seguimos tratando de hacer el mejor automóvil, como lo hacía Ford hace muchísimos años, en una carrera perdida en la cual todo el mundo está yendo para otro lado.

La inteligencia de la gobernabilidad es cambiar la dimensión económica e incentivar para estas nuevas oportunidades. El mejor auto con energías renovables, el mejor avión, los alimentos, el turismo sustentable y muchísimas otras áreas. Pero las políticas públicas deben cambiar. Un ejemplo es el sector agroalimentario: las políticas hay sido muy basadas en una sola variable destinada a recaudar y eso genera comportamientos especulativos. En cambio, una política de Estado en serio implicaría aprovechar ese enorme potencial que hay, que tiene mucha tecnología y muchas posibilidades de desarrollar la alimentación sana en el mundo.

¿Qué sucede en Argentina?: Si seguimos haciendo lo que venimos haciendo vamos a quedar fuera del mundo porque el mundo ya está cambiando.

Por ejemplo, Europa tiene un pacto verde que no va a aceptar productos que vengan de zonas deforestadas. Entonces, si no cambiamos, no vamos a poder exportar.

En la Conferencia de Ottawa se presentó un convenio sobre primeros compradores (First buyer), que no van a comprar productos que no son sustentables. Entonces, ¿a quién le vamos a vender? Los grandes financiadores globales requieren cláusulas ambientales en los préstamos.

El sistema económico tiene que cambiar de dirección porque es una enorme oportunidad y no una contradicción entre ambiente y desarrollo. La inteligencia de la gobernabilidad actual es establecer los incentivos adecuados para este cambio. Necesitamos un cambio de dirección en la gobernabilidad política, porque hasta ahora ha ido el sistema ambiental, por un lado, la naturaleza, la economía, por el otro, la política por el otro y sociedad por el otro. Estamos desarticulados. Entonces lo que hay que hacer es integrar sistemas. Integrar sistemas significa una mirada más integral en todo lo que hacemos. Y lo que hacemos nosotros siempre es dividir y no integrar este modelo analítico. Por eso fracasamos en todas las políticas públicas.

La gobernabilidad del siglo 21 está basada básicamente en un relato, en una narrativa que es del pasado y mira al pasado, eso es lo que hay que cambiar. Se está discutiendo mucho si estos relatos que están basados en teorías del pasado sirven o no sirven. La prueba más clara de que ya están agotados es que es un escenario que se ha quedado sin público. Porque no se ve a las poblaciones del mundo actual entusiasmadas por lo que se dice en el discurso público. Lo que se ve son discusiones, peleas, trabas. Pero no se ven esperanzas, no se ven desarrollos. Lo que se ve es una disputa, porque la gobernabilidad política dejó de ser un proceso de cambio para ser un proceso de ocupación de espacios. Cuando llega un gobierno lo que hace es ocupar espacios, porque tiene una idea fundacional basada en una historia.

Esa idea fundacional implica que tiene que ocupar el Poder Ejecutivo, luego el Poder Legislativo, el Banco Central, el Poder Judicial . ¿Cuál es la problema del Poder Judicial? Siempre es designar jueces de un sector o del otro. Es un espacio de ocupación política. Y después de eso viene a ocupar todas las asociaciones: de las empresas y de los gremios que sean del mismo sector. Y cuando uno llega a ocupar todo eso, se termina el mandato y viene otro y empezamos en el sentido contrario. Esta conducta cíclica, que es nuestra historia de muchos años, hace que los problemas no se solucionan, se trasladan. Por eso la agenda de los problemas de la Argentina ha sido invariable. ¿ qué nos preocupa hoy? Y más o menos lo mismo que hace 50 años. La inflación, la inseguridad, la falta de políticas públicas, la polarización. Nosotros no podemos evitar los conflictos. Los conflictos son naturales en la vida social y política y económica, En la naturaleza hay conflictos , se pelean los animales; hay vida y muerte, pero dentro de un sistema.

Los conflictos deben ser dentro de un sistema. Lo que nos pasa a nosotros es que los conflictos son sistémicos; cuando un sector llega y gana, cambia todo el sistema.

Es como el mito de Sísifo, en la versión de Camus: vamos avanzando hasta que llegamos a un lugar, todo se cae empezamos de nuevo. Cada cinco o diez años estamos perdiendo no solo el futuro, sino el presente. Por eso debemos entender que estamos en un fin de ciclo y que hay que cambiar la dirección. Y cambiar la dirección implica también entender que hay algo más. Más allá de nosotros mismos. Y esto no nos cuesta mucho entenderlo porque cuando uno ve que estamos todo el día discutiendo. El problema de ir para la derecha o para la izquierda es dentro de un sistema.

Lo que nos está pasando ahora es si vamos para arriba o para abajo, es decir, todo el sistema. La decadencia es un problema común. Por eso es un enemigo común. Si seguimos en este camino, además de la decadencia, enfrentamos el colapso ambiental. Por eso hablamos de un nuevo enemigo, porque hay algo superior a la polarización cotidiana. Entonces, el rol en la sociedad es generar un movimiento. Movimiento implica que cada uno haga algo y cambie.

Debemos estar dispuestos a reaccionar y generar un movimiento basado en una esperanza. Uno de los grandes temas del ambientalismo global es el derecho a la esperanza. Tenemos el deber de poner en agenda la gravedad de la crisis ambiental. Por eso debemos cambiar, lo que significa también que cambien la economía, la sociedad y el sistema político. El país necesita República, necesita división de poderes. No podemos discutir siempre lo mismo. Esto ya lo resolvió la Constitución. División de poderes, poder judicial independiente. Cosas básicas que en la Argentina nunca están claras.

Fuente: Infobae