En Vivo

21 de septiembre de 2020


Por José María Chemes

Todas las situaciones extremas, como la pandemia del Covid 19, ponen al descubierto tanto nuestras virtudes como nuestras debilidades. En el caso de los gobiernos quedan expuestas no sólo las capacidades de gestión y los frutos de las políticas públicas sostenidas en el tiempo sino también los déficits de operación y orientación acumulados, por errores o falta sistemática de recursos y habilidades.

En la emergencia, estos déficits requieren la intervención deliberada y firme de quienes conducen los diferentes gobiernos, para orientar los flujos de decisión y acción por caminos no previstos por los programas y sistemas habituales.

Esta necesidad de intervención se acrecienta en los casos de los gobiernos locales, ciudades y pueblos, donde el contacto con los ciudadanos es directo, muchas veces cara a cara, y las demandas requieren respuestas inmediatas.

Dos conclusiones podemos extraer de esta situación, válidas para enfrentar los desafíos que el virus presenta a los gobiernos locales.

En primer término, no pueden dejarse en cabeza del gobierno nacional y provincial decisiones que afectan a la vida cotidiana de los vecinos. Es cierto que estos pueden brindar orientaciones generales pero la implementación y modalidad de la ejecución de las medidas sólo puede ser elaborada por el gobierno local.

Su conocimiento del panorama completo de la actualidad sanitaria y económica de la ciudad y la información con que cuenta de los movimientos del transporte público, del equipamiento de salud, de la seguridad pública se lo permiten. La capacidad de sus técnicos en salud, gestión de riesgo y comunicación debe ser aprovechada para confeccionar y divulgar los protocolos a seguir; y sus organismos y agentes de control serán quienes colaborarán en asegurar el cumplimiento de los mismos.

La segunda conclusión, tiene que ver con la necesidad de un liderazgo, que intervenga e interactúe en la discusión y adaptación de las medidas generales que tomen la Nación y la Provincia, poniéndolas en sintonía con la evolución y particularidades de la realidad local.

El liderazgo de quienes ocupan el gobierno local, es fundamental para diseñar y comunicar una hoja de ruta, con pautas objetivas que otorguen previsibilidad a las decisiones. El conocimiento y transparencia de estas pautas brindará legitimidad a las necesarias medidas que se tomen en pos del bienestar general, aun cuando estas afecten intereses sectoriales.

La ciudad de Santa Fe ha construido en los últimos años capacidades que le permiten actuar efectivamente ante situaciones de emergencia. Estas capacidades se concretan en áreas ocupadas en la gestión del riesgo, la salud, el empleo y la educación, entre otras, que ya demostraron su eficacia ante eventos hídricos y climáticos y ante epidemias como el dengue. La resiliencia, como concepto de reacción ante impactos inesperados, se convirtió en una política pública municipal que debe ser puesta en valor en este momento crítico.

Como se desprende de lo dicho, para poner en acción las capacidades existentes en el territorio, es necesario un liderazgo decidido de las autoridades locales. La voluntad de ejercerlo debe estar más allá de las especulaciones y alineaciones políticas y de las eventuales discrecionalidades financieras.

La ausencia de liderazgo sólo conduce al desorden que genera la adopción de medidas alejadas de la idiosincrasia y dinámica local, que los ciudadanos no cumplen y cuyo control escapa a las posibilidades de cualquier organismo.