En Vivo

09 de agosto de 2019


Cuando lo que se hilvana, tras una secuencia de derrotas, es otra caída, la primera sensación colectiva es que lo ocurrido es más de lo mismo. Cuando esto acontece dentro de una secuencia de triunfos, el pensamiento primitivo es el mismo. Error.

Ceder ante los resultados sin desmembrar los acontecimientos no puede más que llevar a espacios comunes. En consecuencia, no deja cabos sueltos para aferrarse al cambio o mejorar, según el contexto.

Colón vive, claramente, una etapa sombría. Aun así, es necesario el análisis.

Cuando los certámenes son mano a mano, dentro de los elementos determinantes pesan los detalles. Mucho más que en una competencia de largo aliento, donde los méritos suelen demostrarse en la tabla de posiciones.

El azar, las equivocaciones y las situaciones casuales pueden conspirar contra los planes estratégicos y los atributos. Colón se ha beneficiado seguido de esas circunstancias, ha sido un equipo de momentos y no de rendimientos.

La expulsión de Gastón Díaz, inadmisible, irresponsable e injustificable, pesó en el desarrollo del partido. No para conspirar contra el dominio Sabalero porque éste no existía, pero sí para alterar los planes de Lavallén.

El gol anulado a Olivera, también fue un punto clave del juego. No se utilizó el criterio adecuado para decidir: el apoyo de Rodríguez es posterior al cabezazo y no limita las opciones del defensor. Más allá de que una foto, en la que basó su decisión Cunha, aisle erróneamente una imagen de la jugada.

Y por último, la falla de Ignacio Chicco en el gol. Dolorosa, hiriente, lacerante. No solo para las ilusiones de empate que albergaba Colón a esas alturas sino además para el golero que previamente había tenido una gran actuación ante la ausencia de Burián.

Una expulsión, un gol anulado y un error de derrota. Tres situaciones puntuales. Casi trescientas palabras escritas para, por fin, hablar de funcionamiento. O de su ausencia.

No hubo contextos para esas jugadas, fueron las tres acciones aisladas. Eso ayuda a entender la actualidad por el barrio Centenario. Sigue brillando por su ausencia el juego asociado, la intención colectiva de crear. No hablo de un avance estelar colmado de virtuosismo. Hablo de una secuencia, en cualquier lugar del campo, que muestre sincronización, feeling, concordancia, química o como prefieran llamarlo.

En esa postal, la presencia de Lértora a la par de Fritzler, transmite la intención de robustecer el centro del campo, de darle mayor contención y equilibrio para que el resto vaya si pensar tanto en cómo volver. Pero pensar que Vigo podrá capitalizar esa protección de sus espaldas atacando por izquierda y con la pierna cambiada es tan difícil de imaginar al Pulga ganando duelos aéreos entre los centrales rivales, ocomo referente de área; o como ilusionarse con Aliendro asumiendo su función de organizador en un rol diferente al que lo llevó a lucirse en Tucumán.

En fin, en Colón siempre alguien juega incómodo, eso destila sus actuaciones. Lo preocupante, es que sean generalmente los encargados de conducir y definir los que evidencian esa incomodidad.

Por el rival, por el resultado y por la temperatura –estrictamente climática- del partido de vuelta, la serie está abierta. Totalmente abierta. Pero sin lograr un nivel mínimo de asociación, sin construir vías de juego que permitan estar más seguido y con mayor criterio cerca del área rival, este equipo seguirá dependiendo del humor del azar. Con el riesgo que conlleva, habitualmente, estar en manos del destino.