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Humedales: investigan la riqueza sumergida de las islas que el fuego consumió

08 de noviembre de 2020


Todo eso que el fuego destruye en el humedal y no se ve. Esa es la búsqueda que Vanina Villanova, investigadora del Laboratorio Mixto de Biotecnología Acuática, y su equipo iniciaron esta semana en la Isla de los Mástiles, uno de los puntos que sufrió brutales incendios en los últimos días de julio. Animales muertos y vegetación carbonizada son parte de las postales en ese sector del Delta del Paraná, donde incluso las quemas llegaron a las viviendas de quienes habitan en La Boca de la Milonga. Sin embargo, no todo está a la vista. En esa biodiversidad, desde bacterias hasta peces que viven en las lagunas que antes ocupaban hectáreas y que hoy la bajante redujo a pocos metros, es donde el equipo que integra la Plataforma de Estudios Ambientales y Sostenibles de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) ponen la mirada. Toda esa riqueza sumergida que es parte fundamental del ecosistema, y que se vio golpeada por el fuego, que tomó tales dimensiones en la zona esta temporada que ni los cursos de agua pudieron contenerlo. Ese fuego que incrementó de la temperatura de las lagunas y aumentó la contaminación con la presencia de cenizas y residuos, afectando todo lo que ahí vive. Cuánto daño provocó y cuánto tardarán esos espacios en recuperarse, son las preguntas centrales con las que desembarcó el equipo.

La isla frente a Granadero Baigorria fue el lugar determinado por los investigadores por su accesibilidad para llevar adelante un estudio que ya comenzó y que se extenderá durante cuatro meses. Un trabajo que permitirá “mensurar” los daños que los incendios sistemáticos causaron en ese ambiente y en todo lo que allí habita. Una cuantificación que busca producir conocimiento y medir daños con fines científicos, pero también como elementos de prueba para defender ese territorio en la Justicia.

Sin embargo, llegar hasta ahí no es nada fácil para el equipo que integran Villanova, Marianela Veyñ, Sofia Carabajal, Ignacio Simo y Felipe del Pazo, todos investigadores de la Facultad de Ciencias Bioquímicas de la UNR, que cruzaron el canal principal del río munidos de equipos, trajes y herramientas imprescindibles para poder hacer los muestreos. Algunos en lanchas propias y otros, trasladados por la Prefectura Nacional.

Una de las ventajas de los terrenos de esta isla que está dentro de la jurisdicción de Santa Fe es que sufrió en parte las consecuencias de las quemas, pero aún tiene sectores que no se vieron afectados. Eso permite tomar muestras y hacer un análisis comparativo de los efectos que se produjeron en las áreas quemadas, a diferencia de las que no sufrieron ese fenómeno.

Para eso, en un primer traslado de los investigadores hace ya tres semanas se georreferenciaron los puntos de trabajo, de manera tal que en los monitoreos que se lleven adelante en los próximos cuatro meses, vuelvan a poder abordar esos mismos espacios específicos.

El camino a la laguna

Redes, un gazebo para protegerse del sol, envases de diferentes tipos, trajes de goma para sumergirse en las lagunas, botas y elementos específicos son parte del equipaje que Villanova y su equipos deben llevar hasta la isla. Sin embargo, la costa no es el punto donde instalarse para trabajar, sino lo que queda de lo que supo ser una laguna de varias hectáreas, y que ahora la bajante redujo a unos cientos de metros.

Con todo eso, deben recorrer los casi tres kilómetros que la separan de la costa. Se trata de un terreno visiblemente afectado por las quemas de finales de julio, donde se cruzan animales muertos, árboles y arbustos carbonizados, un suelo escondido todavía por un colchón de varios centímetros de residuos del fuego y que, cuando aparece, deja a la vista los surcos profundos de la bajante del río y la sequía prolongada. Un terreno en gran parte monocromático, donde los incendios se devoraron los colores.

Ya instalados junto a lo que llaman “un cuerpo de agua”, inician los preparativos y la labor para la recolección de muestras. Para eso, se colocan trajes, que son los mismos que se utilizan para la pesca, y que les permiten moverse en ese ámbito sin riesgos para realizar los relevamientos. Es que todo lo que les interesa está justo allí, debajo del agua.

La meta es monitorear la diversidad de lo que allí habita. Es cierto que no es la primera vez que hacen pie en el humedal y, de hecho, parte del equipo trabaja justamente en el laboratorio que funciona en el Acuario del Río Paraná. Sin embargo, Villanova deja en claro que sí es la primera vez que se pone en marcha un trabajo que permita medir los impactos de la quemas.

Cómo determinar el daño bajo agua

La responsable del equipo señala que en esta primera fase el trabajo se propone “abordar el análisis de la biodiversidad acuática a partir de las muestras de agua, así como monitorear la diversidad de diferentes grupos incluyendo plancton y peces”.

Si bien no tenían datos previos de ese cuerpo de agua específico, Villanova explicó que "son lagunas donde suelen habitar peces pequeños, como bagres y taruchas”; sin embargo, es mucho más que peces los que ellos fueron a buscar.

La hipótesis sobre la que trabajan es que el fuego disminuye la biodiversidad de especies y, sobre todo, detalla la investigadora “de las bacterias y protozoarios que son los más afectados por los efectos de los incendios, así como son también los que primero reaccionan y logran recuperarse con el paso del tiempo y sobre todo con la llegada de las lluvias”.

Para mensurar los daños el equipo tomó muestras de agua donde se medirán parámetros determinados, entre los que están oxígeno disuelto, pH, temperatura, nitritos y nitratos, así como se observarán las especies que se encuentran en el cuerpo de agua. La comparación podrá hacerse a partir del muestreo de los cuerpos de agua de la isla que se vieron afectados por el fuego, y los que no estuvieron expuestos ni a las altas temperaturas ni a la contaminación que producen las quemas.

Y ese monitoreo, en ambos sectores, se sostendrá a lo largo de cuatro meses, de modo tal de ver no solo las pérdidas, sino también la capacitad de recuperación de esa biodiversidad subacuática.

Lo que explica con detalle Villanova es justamente que debajo del agua “habita toda una meta comunidad de especies que funciona a partir de que cada una cumple su rol”, y avanza: “La base son la bacterias y protozoarios que se alimentan de ellas, y a la vez los peces se alimentan del fitoplancton y el zooplacton, y así es el sistema todo el que se ve impactado”.

La investigadora confía en la capacidad de reconstitución que tienen los sistemas del humedal, y sobre todo apuesta a que el río crezca y eso ayude a esa recuperación. “Es un río rico y no pensamos que en estos lugares sea necesaria la intervención humana, sí es vital conocer el daño que hubo porque es conocimiento que aún no tenemos”, agrega.

Tener evidencia científica y datos cuantificables que fortalezcan los argumentos de que es necesario cuidar el humedal es la meta de este y todos los equipos que pusieron en marcha la investigación, cada uno desde sus disciplinas. Pero en caso Villanova, se suma una motivación más, y ella misma la recalca: “Que todos estos organismos acuáticos no sigan quedando invisibles.