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El trampolín que resultó tobogán

El análisis de César Carignano sobre la actualidad de Colón y el confuso momento deportivo que atraviesa la institución del Barrio Centenario.

15 de agosto de 2022


Los actos, en su gran mayoría, dependen de la interpretación personal para ser definidos de uno u otro modo. Existen situaciones que no admiten segundas lecturas, que por su contundencia unifican el camino de las conclusiones. Sin embargo, la generalidad marca que cada circunstancia tiene tantas conclusiones como opiniones se generen.

El fútbol, materia opinable como pocas, ofrece este tipo de hechos a cada instante. Habitualmente, las opiniones se ven atravesadas por las ganas o no de la pelota de entrar o no en el arco y su lógica influencia en el análisis. Ocasionalmente, en búsqueda de medir algo más amplio que noventa y pico de minutos, los goles y sus consecuentes resultados comparten la mesa con el funcionamiento de los equipos para tratar de arribar a sensaciones o balances más abarcativos.

Colón amerita esta mirada amplia. Porque las preguntas se amontonan y las respuestas desbordan cualquier ámbito de debate, desde el café de miradas directas a las redes sociales con su dosis de inconciencia sin filtro y anonimato incluidas.

Seleccionar preguntas para investigar respuestas no es sencillo. Pero me quedo con dos. Primero, ¿cómo llegó a esta realidad un equipo que fue campeón hace solo catorce meses? Y luego, ¿son saludables tantos cambios por parte de Rondina?

Respecto de lo primero, los dirigentes desaprovecharon la enorme chance de consolidar un proyecto. La búsqueda de Domínguez para llevar adelante su segundo ciclo fue el último gran acierto. Con el promedio prendiéndose fuego y un grupo deprimido que había perdido el encanto hacia el entrenador el regreso de Eduardo fue una decisión magnífica.

A la falta de un proyecto propio el arribo de alguien que sí tenía una idea manifiesta fue solución de entrada, historia luego y posibilidad más tarde.

Como diría mi amigo Mario Demonte, Colón convirtió un trampolín en un tobogán.

Fue incapaz de aprender los lineamientos generales que impuso el Barba, su filosofía de trabajo, su intención en los mercados de pases, su posición respecto de los juveniles y su experiencia jugando cosas igual de importantes que un clásico. Nada supieron aprovechar quienes definen rumbos rojinegros del proceso deportivo más exitoso de su historia. No comprendieron que sin Domínguez podía existir un camino.

Sin proyecto previo, sin proyecto posterior.

No hubo lucidez para entender que a un futbolista no se lo retiene solo con un buen sueldo, sino que hay cuestiones más emotivas, más empáticas que generan un vínculo que puede conducir a decisiones que no solo tienen que ver con lo económico.

La estela, el hambre deportivo, el espíritu de unidad del campeón duró lo que algunos nombres propios pudieron sostenerlo, unos meses incluso desarrollando un buen papel internacional. Sin ellos, la realidad se ha impuesto con dureza: el Sabalero ha vuelto a ser un equipo en construcción.

Rondina, sin pretemporada, sin tiempo, con el grupo herido en términos de juego por salidas de difícil cobertura ha perdido el impacto que siempre puede causar un buen arranque cuando se llega a un nuevo club.

Las decisiones, los cambios, las modificaciones de esquema seguramente tengan algo de desconcierto pero también son parte de una búsqueda: la de generar un vínculo con los futbolistas. No considero un acto de debilidad parar, ocasionalmente, el once de acuerdo a la comodidad de los futbolistas. En la confusión, aferrarse a lo que genera confianza es un acto de preservación. Ante ello, la dependencia de las individualidades es lógica, pero a un precio muy alto.

Lo concreto es que el tiempo no le sobrará hasta el fin del certamen y los jugadores, por si solos, ya no tienen la columna vertebral del éxito pasado para desde ese lugar acompañar en nuevo proceso. No digamos proyecto, porque aquí no lo hay. Pero sí proceso, el que encabeza un entrenador para quien este es el desafío de su carrera como conductor.

Me guardo las respuestas a la tercera pregunta, porque no las tengo del todo claras: ¿por qué Colón no pudo contratar tras la salida de Domínguez a un entrenador que signifique un paso adelante en sus aspiraciones deportivas?