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De Robertito a señor Battión

17 de abril de 2021


Por estos días el nombre de Roberto Battión suena con fuerza en los pasillos Unión, barájandose la posibilidad cierta de que se convierta en el Secretario Técnico de la institución.

Robertito es el más chico de tres hermanos, criado en las veredas de Avenida Galicia, muy cerquita del "poli", donde el fútbol le tocó el hombro y lo invitó a soñar futuros. J.J. Castelli se llamó el primer proyecto futbolístico del que participó con Mariano, su hermano mayor que - como una máxima que se repite religiosamente - dicen los viejos que jugaba mejor que él.

Cuando Castelli se esfumó, el destino y Pocho, su viejo - empleado de la Lotería de la Provincia - lo llevaron a Pucará, un club que merece su propio posteo.

Robertito, que todavía era un niño, formaba en los últimos lugares de la fila en la escuela. Siempre fue alto. Quizás por eso y por sus incipientes buenas condiciones, Omar Núñez, DT de Puca, lo hizo jugar de 9 en la categoría 81, pese a que él es 82. Esa división fue una mina de oro para el fútbol infanto juvenil de la época: la delantera era Nicolás Frutos - Roberto Battión. Unos años después el 5 fue Matías Verón y tuvo en sus filas a Pablo Brochero (un 8 dinámico que no llegó por esas casualidades del fútbol) y a César Olmedo, el Chicha (media punta al que le sobraba picardía y técnica).

Cuando a 81 de Pucará creció, hizo la secundaria en Unión, donde los pibitos se probaron contra los grandes proyectos de Argentina. En el 96, cuando Robertito se transformaba en Roberto, Unión comenzó a competir en las inferiores de AFA, coordinados por Rubén Rossi, y los juveniles florecieron en una primera necesitada de recursos (humanos y económicos).

Corrían los primeros años del nuevo milenio cuando le llegó la oportunidad de debutar en primera, mientras la convertibilidad se desmoronaba, Rober componía sus primeras estrofas futbolísticas de la mano de Kudelka, con una banda plagada de canteranos entre los que se destacaban Israilevich, Donett, Basualdo, Mazzoni y el propio Frutos. Logró apropiarse de la mitad de la cancha tatengue recién en el 2006, jugando el Nacional acompañado por Tato Mosset, Pipo Desvaux, Zapata, Emanuel Urresti, Sartor, Pitu García y Bruno Casanova.

Al ritmo del "vamo vamo los pibeee" consiguió destacarse y fue contratado por la fábrica de volantes centrales más prestigiosa del país, la Asociación Atlética Argentinos Juniors. Allí validó sus cualidades en primera A, al punto que se fue a jugar al fútbol griego.

En 2009 Falcioni lo repartió para formar filas en Banfield donde se encontró con otro hijo pródigo de Pucará, Julio Barraza.

Esa temporada los surgidos del club de Barrio Transporte fueron campeones nacionales con el Taladro (primera y única vez) entrando en la historia del equipo bonaerense abrazados a Luchetti, Seba Méndez, Ervitti, el tanque Silva, papelito Fernández y un adolescente James Rodríguez.

Al año siguiente lo compró Independiente y fue protagonista en la consecución de un nuevo anillo para el Rey de Copas, ganando la Sudamericana 2010 bajo la conducción del Turco Mohamed. Después de 70 partidos, algunas lesiones y partidos consagratorios, el 5 con porte de central, visión periférica y primer pase a lo Checho Batista, abandonó la institución de Avellaneda para continuar su carrera en All Boys una temporada y disfrutar del fútbol del Mediterráneo dos años en el Veria de Grecia.

Lo retiraron las lesiones en 2017, cuando intentó despuntar el vicio en Atlético Pilar de la Liga Esperancina.

Hoy, con un dejo de nostalgia, es una luz de esperanza para el desarrollo de un proyecto que, se espera, eche raíces en el club que lo cobijó siendo Robertito, y madure frutos bajo la tutela del señor Battión, como hiciera hace 30 años su viejo, que llegaba a la tribuna de Puca con una bolsa de consorcio repleta de boletas de la quiniela provincial en desuso, para adornar con destellos de papel el campo pelado de 12 de infantería en el que crecía su hijo.

Fuente: Social Fútbol