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Opinión | La formación es el camino para no dejar de ser

25 de abril de 2019


Por César Carignano


Los hechos dolorosos afectan el presente pero pueden ayudar, tras el duelo lógico, a repensar el pasado para modificar el futuro. El fallecimiento de Julio César Toresani ha puesto sobre la mesa el debate sobre quiénes y de qué manera son responsables de la difícil reinserción del futbolista tras el retiro de la actividad profesional.

Probablemente, el gremio que nuclea a los futbolistas podría colaborar poniendo en marcha algún plan que estimule la capacitación en el durante para que no cueste tanto el después. Del mismo modo que podría hacerlo la flamante Agencia del Deporte Nacional, nefasta reducción a la que fue sometida la Secretaría de Deportes de la Nación.

Al respecto hay un antecedente que se ha discontinuado, el TAP: Transición al Profesionalismo. Una idea del basquetbolista Luis Scola que fue desarrollada junto a la Asociación de Jugadores y Clubes de Básquetbol en 2010. El objetivo, mediante charlas a cargo de profesionales de diferentes áreas, fue brindar herramientas para la toma de decisiones en el deporte y en la vida, en el antes, el durante y el después del profesionalismo.

Incluso logró trascender el ámbito del básquet para llegar, en su cuarta edición consecutiva allá por el 2013, al vóley. Pero ya no está activo ese brillante proyecto.

De todos modos, responsabilizar a las instituciones que rodean al deporte, como Futbolistas Argentinos Agremiados o la propia AFA en el caso del fútbol, de la vida de los jugadores cuando se alejan de las canchas es un grave error.

Porque la raíz es mucho más profunda. Por un lado, está el sistema, por otro el entorno y finalmente el protagonista. Todos, en proporciones similares, son algo responsables.

El sistema exige que a muy temprana edad la actividad principal sea el entrenamiento. Un profesionalismo sin goce de sueldo, cuando despierta la adolescencia y se aleja la pubertad. Cuando seguramente el pibe que juega a la pelota tiene otras curiosidades además de patear la pelota en serio. El mismo sistema que coloca a jóvenes con edad de estudiantes universitarios frente a cientos de micrófonos con la obligación de resolver en una conferencia y en una cancha los problemas existenciales de cada hincha. El mismo sistema que les hace creer que su valor económico es su valor real, dejando en segundo plano lo humano, acarreándolos a una realidad paralela, casi virtual.

Además, el entorno juega un preponderante papel en estas historias. La transmisión de valores, la aceptación de que la preparación del futbolista anule o desplace otras actividades formativas y ociosas, la búsqueda de que ese deportista pueda ser el conductor de un viaje hacia una nueva vida es una responsabilidad grande de los seres que rodean al potencial protagonista. Una vida que pocos alcanzan y que vale aclarar, en caso de alcanzarse, será mucho más completa en términos materiales pero sin que ello garantice la felicidad ni la realización personal, familiar, social.

Y por último – o en primer lugar-, aparecen los actores o las actrices principales de estas historias. Un ser único, con inquietudes propias y diversas más allá del estereotipo que debe cargar sobre sus espaldas. Imponer la idea de que el deporte profesional no deja márgenes para formarse en una farsa. Del mismo modo que lo es en la preparación del futuro profesional: el juvenil que cree no poder terminar el colegio a la par de las prácticas está equivocado.

Los tiempos del deporte profesional son intensos pero breves. En el mientras tanto, en los ratos libres, se puede capitalizar el ocio leyendo, oyendo, estudiando a distancia, pensando. O dicho de manera más simple: formándose. Ejemplos sobran. Desde futbolistas hasta atletas: ingenieros, contadores, profesores de educación física, médicos, abogados, entrenadores, periodistas, artistas.

Erradicar la idea de lo imposible es tan necesario como consolidar la certeza de que sin esfuerzo es inviable obtener logros. Pero esto no es excluyente del deporte sino que pasa en cualquier ámbito. Detrás del éxito hay un enorme esfuerzo oculto, en cualquier actividad.

No se trata de suprimir el duelo que genera el irse sino más bien pasa por amortiguar ese impacto con herramientas que nos ayuden a reinsertarnos.

La formación es el camino para ser otra cosa cuando ya no se pueda ser deportista profesional. La formación es, en definitiva, el camino para no dejar de ser.