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"Lo que pasó en Salta 2141 es muy triste y sólo se castigó al más débil"

04 de julio de 2019


Es mediodía y todavía hace frío. Estela González se empeña en baldear el pasillo de su casa, una vivienda modesta en un complejo construido por el Estado en la colectora de avenida de Circunvalación. Durante dos meses, la mujer acompañó puntualmente a su marido, el gasista Carlos García, a cada una de las audiencias donde se juzgó a once acusados por el siniestro ocurrido hace casi seis años en el edificio de Salta 2141, que dejó 22 muertos y unos 60 heridos. Un largo proceso donde García fue el único condenado. El día después de esa sentencia, la mujer dialoga con La Capital en el barrio de la zona oeste. "Lo que pasó es muy triste", dice y considera que la Justicia aún adeuda una explicación sobre lo ocurrido ese fatal 6 de agosto, porque "sólo se castigó al más débil".

Estela conoció a García cuando tenía 16 años. Se pusieron de novios, se casaron, tuvieron cuatro hijos. "Estamos juntos de toda la vida", dice. Así estuvieron también durante los casi dos meses que duró el juicio. Ella acompañó a su marido a todas las audiencias y se sentó muy cerca de él el martes pasado, cuando el tribunal leyó la sentencia que condenó a García a cuatro años de prisión efectiva. Un fallo criticado por los familiares de las víctimas, que cuestionaron la absolución de cinco empleados de Litoral Gas y de los tres integrantes de la administración del edificio, imputados como parte de una cadena de negligencias que desencadenó la mayor tragedia de la historia de la ciudad.

Ni bien conocieron la decisión de los jueces, las familias de las víctimas se solidarizaron con el gasista. Estela cuenta que esa misma tarde, al celular de su marido llegaron mensajes de algunos deudos manifestándole su apoyo. "Los jueces sólo castigaron al último responsable, a la cola, a quien llegó a un lugar por donde muchas otras personas ya habían pasado", protesta la mujer.

Sabe poco de términos jurídicos. Repite apenas lo que le explican los abogados. Conoce que los defensores de su marido apelarán la sentencia y que recién después la condena quedará firme. Junto a su marido participa desde hace años de las actividades de una iglesia evangélica, son personas "de mucha fe", dice y afirma que es esa fe la que los mantiene en pie.

Señala que en el siniestro de calle Salta "hubo muchas personas muertas y mucha gente a quien no le importó todo lo que pasó".

"Yo creo que hay un Dios y creo que lo que se siembra en la tierra y no se va a levantar, se cosecha después en el cielo. Estas personas, no podrán escapar al juez del cielo", asegura la esposa del gasista .

Una familia de trabajo

Estela y Carlos viven en los edificios construidos por el plan Fonavi sobre la colectora de Mendoza y Circunvalación. Un departamento que recibieron "como una bendición" hace unos cuarenta años.

El estudió y pudo tener la matrícula de gasista "ya de grande". Estaba en edad de jubilarse cuando aceptó cambiar el regulador de gas en el edificio de calle Salta 2141, pero como se sentía "con fuerzas" estiraba el retiro.

Ella se jubiló hace dos meses, después de trabajar mucho tiempo en el sector de la salud. Su último empleo fue en el Hospital Privado de Rosario, donde se desempeñaba como "azafata", acompañando a los pacientes internados que requerían algún estudio.

"Somos una familia de trabajadores. Hasta mi hijo menor, que es discapacitado, se levanta todas las mañanas a las cinco para ir a trabajar a una panadería", afirma y asegura que a su marido "lo condenaron por ir a trabajar, por encontrarse con una bomba cuando fue a trabajar".

Con la verdad

La mujer habla de los días previos al 6 de agosto como si se tratara de otra vida. Afirma que su dolor no puede compararse con el de las familias que perdieron a sus seres queridos, pero asegura que la tragedia también caló hondo en ellos.

"Recuerdo que mi marido dudó antes de hacer el trabajo en el edificio, que fue a pedir instrucciones a Litoral Gas. El se defendió siempre con la verdad. Tenía experiencia, sabía, había hecho trabajos mucho más grandes en Buenos Aires. Yo le dije que si dudaba del trabajo no lo hiciera, pero el me respondía que ya se había comprometido", cuenta.

Lo que pasó después es bien conocido. Para transitar ese camino, destaca, estuvieron su familia, sus amigos, sus vecinos y los fieles de la Iglesia Evangélica Santuario de Fe. Su marido pasó quince días preso, durante ese tiempo no encontraba motivos para seguir vivo, como el mismo contó en el juicio.

"Nosotros no nos escapamos", afirma Estela y vuelve a aferrase a su fe: "Quienes sí se escaparon de la Justicia humana, no podrán hacerlo de la justicia divina".

Fuente: La Capital